A nivel mundial, se estima que el consumo de papel en el 2022 ha rondado en torno a los 415 millones de toneladas métricas. Un consumo tan elevado requiere de una gran cantidad de recursos disponibles de materias primas.
El papel se produce con las fibras de celulosa procedente, principalmente, de la madera de los troncos de los árboles. La celulosa se obtiene fácilmente mediante una extracción, que puede ser tanto química como mecánica, de las fibras vegetales que forman parte de los árboles.
Estas fibras se transforman en una pasta oscura, debido a la presencia de la lignina, conocida como pulpa de papel. Esta pasta será lavada, filtrada y finalmente secada para pasar a su posterior blanqueamiento. Con la etapa de blanqueo se elimina toda la cantidad de lignina que no haya sido posible eliminar durante el tratamiento previo de la pulpa. Se calcula que para fabricar una tonelada de pasta blanqueada obtenida por métodos químicos hace falta el doble de toneladas de madera. En cambio, si la extracción se realiza por métodos mecánicos, por cada 10 toneladas de madera se obtienen 9 de pasta de papel.
Existen diferentes métodos para blanquear la pulpa de papel. Uno de los más utilizados consiste en el uso de peróxidos (H2O2) como agentes blanqueantes. Durante el proceso de blanqueo es muy importante eliminar toda traza metálica procedente tanto del agua utilizada en el proceso de fabricación del papel como directamente de la propia madera, ya que estas impurezas podrían descomponer o desestabilizar el agente blanqueante. Para garantizar una mayor duración y rendimiento del blanqueador, se añaden agentes secuestrantes antes del blanqueo de la pulpa, eliminando así las trazas metálicas que pueden interferir negativamente durante el proceso.
Tras el blanqueo, la pasta obtenida se estira, se prensa y se seca. Finalmente, se le aplica un tratamiento a la superficie del papel, se coloca en bobinas y se corta según la aplicación y medida deseada.
Et voilá, papel listo para darle uso!